domingo, 22 de febrero de 2009

Asuntos Económicos

El otro día en el trabajo, tuve que bajar al archivo para ordenar unas cajas. El archivo tiene unos enormes armarios compactos que van desde el techo hasta el suelo y que se pueden trasladar hacia los lados por medio de raíles. Pues bien, yo iba medio adormilada, con la monotonía encima, distraída pensando en mis cosas, y cuando abrí uno de esos pasillos, me encontré con cientos de cajas a un lado y a otro, cada una con una pegatina amarilla donde ponía "Asuntos Económicos I". La letra era de mi amiga Raquel...
Parecerá una tontería pero en un ambiente de trabajo donde prácticamente todos los días son iguales, no sé, me impresionó tanto ver allí todos esos papelitos con su letra... fue un subidón vamos, una sorpresa tan grata que me alegró el día y hasta me cambió el humor. Después de tantos años, ver allí su letra, me trajo gratos recuerdos de cuando compartíamos trabajo.
Y entonces, empecé a pensar en las huellas que, como ésta, vamos dejando por el mundo, pequeños retazos que nos van dejando los demás y que nos encontramos por sorpresa un día cualquiera después de mucho tiempo, y que, aunque sea por unos segundos, te trasladan a otros momentos de tu vida: una carta encontrada entre las páginas de un libro, una foto, una canción, un trocito de papel que aparece en un abrigo que hace tiempo que no te pones.
Y pensé en las huellas que yo misma habré dejado por ahí, y en los recuerdos que traerán a otras personas...
Dicen que uno no se muere del todo hasta que muera la última persona que te recuerda.
Pues eso.

sábado, 25 de octubre de 2008

María


María se hizo esperar. Tardó casi quince días más de lo esperado en venir a este mundo. La primera persona que la vio, fue mi padre, y creo que ese vínculo quedó para siempre. Yo, durante su venida, temblaba todo el tiempo, y a pesar de su tardanza, no podía creer que algo así me iba a suceder. De la primera vez que la vi, recuerdo la luz y el calor de la habitación, y el llanto de mi madre mientras me la entregaba y, sobre todo, sus mofletes sonrosados y su pelo rubio y su olor a limpio y a nuevo, y su tranquilidad. Lo primero que hice fue contarle todos y cada uno de sus dedos… los pies, las manos… todo estaba bien… y no dejé de mirarla, de tocarla y de olerla durante horas. Mira que estaba asustada, pero ¡todo el mundo parecía tan feliz por fin !

Después de eso todo cambió para mí. Sin darme cuenta dejé de ser una y fui dos, ya para siempre. Y pasa el tiempo y ya no te acuerdas que fuiste una, la dualidad es ya tan intrínseca a tu ser, tan en esencia, que no sabes que lo eres. Igual que no piensas todo el tiempo que eres rubia, o mujer, o alta o baja, o que tienes dos piernas o dos brazos, pero todo eso condiciona tu vida. No piensas todo el tiempo que lo eres, pero lo eres. Todas y cada una de las cosas que haces en tu vida, de las decisiones que tomas, de tu forma de actuar, dependen directamente de esa condición dual.
Y ocurre que sigue pasando el tiempo y (por lo menos en mi caso, de verdad ¡tan deprisa !), que de repente un día, dejas de serlo, que de un día para otro (literal) tu condición (tu esencia), ha cambiado, y vuelves a ser algo de lo que ya ni te acuerdas, porque tú siempre has sido dos, toda tu vida, por lo menos toda la vida que recuerdas. No sabes pensar más que en dos. Es como si te cortaran una de las dos piernas que has tenido siempre y de la que nunca has sido consciente porque era una parte esencial en ti.
María ha comenzado a vivir su vida de verdad… ( fuerte ¿verdad?, por lo menos a mi me lo parece), y yo, además de un poco vacía, estoy algo perdida, porque ya no sé ser una, y aunque mi sentimiento es de alegría porque está más guapa que nunca, no sé porqué, pero estos días no deja de dolerme mi pierna derecha y ando algo cojita… tendré que acostumbrarme.

miércoles, 2 de julio de 2008

Dulce Pontes

Durante estos largos días de verano, he dedicado parte de mi tiempo a organizar y ordenar parte de mi escueta discografía. Entre mi música de siempre, me he reencontrado una vez más con una de las mejores voces de todos los tiempos, Dulce Pontes, y con sus viejos discos. Y entre su música, he vuelto a oir "Garça perdida". Me he dado cuenta que llevo oyendo esta canción desde 1999... casi ininterrumpidamente, nunca he dejado de oirla en realidad, pues vuelve a mi vida una y otra vez. Me gustaría compartirla con quien lea estas lineas. Disfrutadla.



Garça perdida
Anoiteceu
no meu olhar de feiticeira,
de estrela do mar, de céu, de lua cheia,
de garça perdida na areia.

Anoiteceu no meu olhar,
perdi as penas, não posso voar,
deixei filhos e ninhos,cuidados, carinhos, no mar...


Só sei voar dentro de mim
neste sonho de abraçar, o céu sem fim,
o mar, a terra inteira!

E trago o mar dentro de mim,
com o céu vivo a sonhar e vou sonhar até ao fim,
até não mais acordar...

Então, voltarei a cruzar este céu e este mar,
voarei, voarei sem parar á volta da terra inteira!
Ninhos faria de lua cheia e depois,
dormiria na areia...

(Música: Leonardo Amuedo / Letra: João Mendonça)

He buscado por toda la red un vídeo de Dulce Pontes para que oyérais esta canción tan especial. Esto es lo que he encontrado: http://es.youtube.com/watch?v=fu8-3938QRE

miércoles, 9 de enero de 2008

Ocultos


Parece ser que ya en el siglo XVI y hasta bien entrado el XIX, todas las colecciones de arte que se preciaran contaban con un gabinete oculto. Cuartos escondidos y cerrados bajo siete llaves en los que los príncipes atesoraban los desnudos de sus colecciones, reservando el placer de su contemplación a unos pocos elegidos.
Pues bien, la exposición de fotografía titulada “Ocultos”, intenta acercarnos a esos cuartos escondidos y a las sensaciones que debían producir su contemplación.

En principio es una exposición de fotografías de “culos” a lo largo de la historia. Fotografías que hoy contemplamos bajo la perspectiva de la técnica o de lo artístico (yo misma llegué allí con esa visión), sin embargo tal y como está planteada, creo que va un paso más allá.
A lo largo de toda la exposición las salas están separadas por imitaciones de puertas con mirillas. Tras ellas puedes observar las fotografías de “culos” de la siguiente sala y al final, tras un pasillo abovedado y oscuro, llegas a una sala que invita a la intimidad, donde hay varias puertas algo más grandes y con una mirilla a la que te tienes que empinar y levantar para poder ver las fotos.
A lo largo de toda la exposición no reparé en que podía mirar por las puertas (incluso me reí de algunas personas a las que vi mirar por las mirillas). Sólo hasta que llegué a lo evidente (si no miraba, me di cuenta que algo me perdía).

Al mirar por esa mirilla y tener que empinar mis talones para poder observar, creo que tuve la misma sensación que cualquier elegido para observar uno de esos gabinetes ocultos encerrados bajo siete llaves. No me sentí bien porque parecía que estaba haciendo algo ilícito.

¿Por qué sentirme mal ante la visión de unos traseros en los que para mí sobre todo tienen un componente técnico o artístico? ¿Por qué sentirme mal ante la visión de una parte de la anatomía que creo espejo del cuerpo por detrás (lo mismo que la cara del alma)?¿Por qué el culo y su visión perturba de tal manera las mentes? (con tanta pregunta me siento como Carrie Bradshow en “Sexo en N.Y.”
En realidad y como habréis intuido, no es el contenido sino la forma lo que perturba esta visión de lo que nos presenta esta exposición.

Nos pasamos la vida pensando en cosas blandas y accesorias que no conducen a ninguna parte, como los culos y las tetas, y no pensamos que, al final, puestos a enamorarnos, tendríamos que hacerlo hasta morirnos por los huesos de alguien, que es lo que permanece.

Gracias a Dios ... a mi ... me ha pasado.


lunes, 10 de diciembre de 2007

Paula Rego


Era una tarde de sábado cualquiera y por fin me decidí a acercarme al Reina Sofía a ver una exposición de una pintora portuguesa, Paula Rego, de la que me habían hablado. Fui en la más absoluta ignorancia. No sabía nada sobre ella y creo que así fue mejor, porque salí de allí impactada con lo que vi. Esa tarde Paulal Rego me regaló un mundo poblado por personajes extraños y escenas perturbadoras que impactó en mí como una bomba de relojería y me hizo revisar parte de mi pasado infantil, entre otras cosas.

La exposición refleja su trabajo de 52 años a través de un centenar de dibujos, grabados y pinturas. Al principio su obra no me decía nada, los collages y acuarelas de sus comienzos me parecían repeticiones de las obras de algunos artistas del siglo XX, pero al llegar a sus pinturas de gran formato, sobre todo en la época de los 80 y 90 la cosa cambió. Su obra comenzó a hacerse impactante, enorme, original y genial.

Paula Rego es una pintora de historias. De historias extrañas e inquietantes en las que sale a relucir los impulsos más oscuros del subconsciente. En el fondo son fábulas de humor tragicómico. Sus personajes (animales=personas, personas=animales), aparecen como una explicación de un mundo perverso y a la vez comprometido que lo mismo hacen reir que llorar. Para mí lo más impactante: algunas de sus interpretaciones de cuentos infantiles (sus palabras "la infancia es el descubrimiento de la vida, y del miedo"). También fue impactante su estudio del cuerpo, sus escorzos, el gesto de sus personajes...

Paula Rego hizo que una tarde cualquiera las lágrimas asomasen a mis ojos con lo más cotidiano ("El baile"), y esbozase una sonrisa con lo más trágico ("Cenicienta y su madrastra").

domingo, 2 de diciembre de 2007

Mi turno

Muchas veces me ocurre que cuando tengo un problema importante me cuesta hablar de él y menos escribir sobre él. A veces tienen que pasar semanas para poder afrontarlo, pero el hecho de poder hacerlo, quiero decir, hablar o escribir sobre el problema, es por supuesto un signo inequívoco de haberlo superado.
Pues bien, hace unas semanas tuve un problema, para mí bastante importante en el trabajo. Por motivos que serían largos y aburridos de explicar, pasé de trabajar en el turno de mañana al turno de tarde. Esto que puede parecer una banalidad, en mi caso no lo es. Primero porque no es lo que me correspondía, según mi nota mi turno era el de mañana; segundo porque lo que suponía para mí ese cambio de turno era un perjuicio muy grave a nivel personal (no ver a mi familia, cambiar mis planes programados para este año, etc) ; y tercero, un perjuicio económico que para quien no esté en mi situación no puede alcanzar a entender.
Pero a pesar de todo, no es esto lo que más me ha angustiado en este tema. Lo peor ha sido mi relación con mis compañeros y el ambiente en el trabajo. Sin yo quererlo, me he visto envuelta en una guerra que no es la mía y, como una marioneta cualquiera, he sido utilizada como arma arrojadiza de unos contra otros. Sin yo quererlo, he visto cómo gente que no me ha hablado nunca, se interesaba por mí, y cómo gente que me ha hablado siempre ha dejado de hacerlo. Y lo peor de todo, sin yo quererlo, he visto como influía toda esta vorágine en mi persona, haciéndome, en definitiva, ser una persona que no soy. Sin yo quererlo, me he visto reflejada en cierta gente de mi círculo laboral a cuya actitud pensé que nunca llegaría (gente que no tiene ninguna relación personal, está apartada de todo, hace su trabajo si lo hace y poco más).
Para que me podáis entender un poco. Hace años yo tenía un trabajo cuyo contenido me encantaba, un trabajo para mí precioso, gratificante y del que se podría calificar como un trabajo donde te "puedes realizar como profesional". Sin embargo el ambiente laboral era pésimo. Las cuchilladas entre unos y otros eran constantes, las condiciones laborales ínfimas y económicamente la situación era casi del medievo. Por eso decidí jugármela a una carta. Decidí que lo más importante para mí pasaba de ser el contenido de mi trabajo, a las condiciones y el ambiente de trabajo. Por eso llevo cuatro años llevando sobres de un lado a otro sin importarme nada... tan feliz. Mi vida empieza a las 15:01 . Para mí estaba clarísimo: las condiciones y el ambiente laboral eran infinitamente más importantes que todo lo demás.
Pero este problema ha hecho que todo se tambalee, por eso ha sido tan grave para mí. He estado a punto de sucumbir. Casi caigo en lo que yo siempre he despreciado. Casi se me olvida que lo importante son las personas y sobre todo cómo me siento yo y mi gente. Eso es lo importante.
Yo no quiero no sonreir todas las mañanas a la gente que empieza un duro día de trabajo cuando pasan por mi mesa, yo no quiero dejar de abrir las puertas a mis semejantes, de par en par..., yo no quiero dejar de dar los buenos días a la gente de bien (que son la mayoría), yo no quiero dejar de contarle a mis compañeros mis problemas y mi vida..., yo no quiero dejar de escuchar a los demás...Todo esto necesito para ser feliz.
Ahora parece que todo el problema ha terminado... de momento. Por fin he conseguido volver al turno de mañana con lo que ello supone.
Sólo me resta dar las gracias.
A Andrés Villasante, por mirarme con ojos interrogantes de preocupación y complicidad cada tarde que llegaba al trabajo.
A Teresa Tapia por ser la única dispuesta a plantar su firma en un papel para defenderme (la vida nunca dejará de sorprenderme).
A Eugenia García por sus llamadas constantes y su apoyo moral diario. Una de las pocas. No sólo en este tema. Hace ya mucho tiempo que me demostraste ser AMIGA. Una vez me dijiste que sentías una gran confianza hacia mí al contarme algo sobre un tema muy personal. Me pasa lo mismo contigo. Desde que te conocí, nunca has dejado de sorprenderme y de enseñarme cosas maravillosas.
A Inma Bermúdez, tambíen por sus llamadas constantes. Todas han sido de vital importancia, pero guardo en mi memoria una en la que me hiciste estar muy cerca de tí... fue un viernes... utilizaste un plural tan cercano... (no te preocupes Aurora, ya verás como VAMOS a salir de esta, de una forma u otra) y me regalaste además tus dudas sobre tus proyectos de futuro. Intentaré estar a la altura.
A Cele porque a pesar de tu situación, (por tus amistades, imagino que habrás oído cosas que no me favorecen), tampoco he dejado de oir tu voz diariamente apoyándome, incluso para darme ideas para mi defensa. Fuiste la primera persona que me tendió la mano. Tu alegría y tu felicidad diaria siguen siendo para mí un ejemplo a seguir.
A Narciso Barbolla, por tu infinita bondad. El día que me comunicaron mi paso a la tarde, viste mi peor parte, oistes mis gritos y mis malas palabras contra todo y sin embargo no has dejado de mirarme de una forma amigable y fraternal. Tus llamadas también han sido fundamentales para llegar a este punto. Eres de lo mejor que he conocido.
Y por supuesto, gracias a Rafael García, que a pesar de las profundas discusiones decidió montarse en un caballo blanco y venir a salvarme saltando todos los obstáculos que se ponían en su camino. Sólo un príncipe azul como tú podría hacer una cosa así. Cada día sigo dando gracias a Dios por haberte puesto en mi camino. No te puedes hacer una idea de lo que significas para mi.

sábado, 22 de septiembre de 2007

El día del Cristo

El día del Cristo en Cangas es el más importante del año. Último domingo de agosto, al final del verano.
Cuando era niña recuerdo que mi madre nos ponía a mis hermanas y a mí un nuevo vestido para ver la procesión. Hay que ir "de estrena", decía y Pilar nos vestía en la vieja habitación del caserón de piedra que olía a humedad y a madera y a galán de noche y a mar. A mí la última, ya casi en la escalera... no sé qué hacer con esta niña, seguro que ni aún así llega limpia a la calle, si es que no hace más que subirse por todas partes y revolcarse por el suelo, si es que tenía que haber sido chico, si ya lo decía mi padre, ya verás cómo viene el varón... y yo salía con mi vestido nuevo con el bajo descosido después de haberme deslizado por el pasamanos de la escalera de caracol con las horquillas de flores del pelo torcidas y a punto de caerse, y las puntas de los zapatos recién estrenados, llenas de arañazos, deseando ver los fuegos artificiales de la mano de mi padre, con su tomavistas grabando todo... Boas noites Don Manuel, mire que lle deixei un cariño en casa da sua nai, polo ben que se portou co meu home cando ingresou en Madrid... y Pilar nos veía desde el balcón de la casa de piedra riendo y saludando mientras llegábamos al atrio de la iglesia y nos reuniamos con mis tios y todos mis primos. Mi padre no paraba de sonreir guiñando un ojo y grabando sin parar, niñas mirar a la cámara y saludad, niñas juntaos con los primos, niñas poneos en la escalera a ver si salimos todos... pero papi no seas pesado ¡si todos los años es igual!, mira que ya sale el Cristo. Y mientras anochecía y se ponía esa luz mágica que he buscado en muchos atardeceres pero sólo he visto allí, salía la Virgen y el Cristo, y la gente encendía muchas velas y la banda tocaba a procesión, y un murmullo recorría las calles y entonces, mi padre, se ponía muy serio cogiéndome en sus brazos para que pudiera ver mejor y el cielo explotaba en luces en forma de palmeras y cascadas de colores mientras retumbaba todo a mi alrededor. Y yo me aferraba al cuello de mi padre escondiendo mi cara en su hombro deseando mirar sin poder hacerlo, temiendo que todo aquel cielo cayera sobre nosotros... no te lo pierdas cariño, si es muy bonito, no te lo pierdas bobita...
Ahora todo ha cambiado. Ya no hay vestidos nuevos ni horquillas de flores en el pelo (sólo intento ponerme algo decente que disimule la pérdida de mi cintura), ya no está Pilar saludando desde el balcón de la casa de piedra y sólo bajamos al atrio mi madre y yo, no hay nadie más... papá, qué pena que no puedas bajar con nosotras, qué mala suerte lo que te ha pasado, qué mala suerte papá. Sonrío junto a mi madre intentando hacer como si fuera otro año más... ¡si todos los años es igual papi!... qué mala suerte papá lo que te ha pasado. En el atrio ya no están mis primos, ni mis tíos, ni el tomavistas de mi padre... y yo cierro los ojos e intento buscar algo que al menos por unos segundos me sea familiar y respiro hondo intentando atrapar el olor a humedad y a madera y a galán de noche y a mar, papá que pena lo que te ha pasado. Y sale un año más la procesión... vámonos hija subimos y vemos los fuegos desde casa con tu padre... y al llegar veo a un anciano con la impotencia y la rabia reflejada en el rostro por la inmovilidad de su cuerpo... me voy a la cama... pero papá si empiezan los fuegos, y el cielo explota en luces en forma de palmeras y cascadas de colores y todo retumba a mi alrededor .Y yo, lo único que quiero es volver a tener ese miedo a que el cielo se desplome y así poder esconder la cara en el hombro de mi padre y oir su voz en mi oido... no te lo pierdas bobita, si es muy bonito... qué mala suerte papá, lo que te ha pasado, qué mala suerte.