sábado, 25 de octubre de 2008

María


María se hizo esperar. Tardó casi quince días más de lo esperado en venir a este mundo. La primera persona que la vio, fue mi padre, y creo que ese vínculo quedó para siempre. Yo, durante su venida, temblaba todo el tiempo, y a pesar de su tardanza, no podía creer que algo así me iba a suceder. De la primera vez que la vi, recuerdo la luz y el calor de la habitación, y el llanto de mi madre mientras me la entregaba y, sobre todo, sus mofletes sonrosados y su pelo rubio y su olor a limpio y a nuevo, y su tranquilidad. Lo primero que hice fue contarle todos y cada uno de sus dedos… los pies, las manos… todo estaba bien… y no dejé de mirarla, de tocarla y de olerla durante horas. Mira que estaba asustada, pero ¡todo el mundo parecía tan feliz por fin !

Después de eso todo cambió para mí. Sin darme cuenta dejé de ser una y fui dos, ya para siempre. Y pasa el tiempo y ya no te acuerdas que fuiste una, la dualidad es ya tan intrínseca a tu ser, tan en esencia, que no sabes que lo eres. Igual que no piensas todo el tiempo que eres rubia, o mujer, o alta o baja, o que tienes dos piernas o dos brazos, pero todo eso condiciona tu vida. No piensas todo el tiempo que lo eres, pero lo eres. Todas y cada una de las cosas que haces en tu vida, de las decisiones que tomas, de tu forma de actuar, dependen directamente de esa condición dual.
Y ocurre que sigue pasando el tiempo y (por lo menos en mi caso, de verdad ¡tan deprisa !), que de repente un día, dejas de serlo, que de un día para otro (literal) tu condición (tu esencia), ha cambiado, y vuelves a ser algo de lo que ya ni te acuerdas, porque tú siempre has sido dos, toda tu vida, por lo menos toda la vida que recuerdas. No sabes pensar más que en dos. Es como si te cortaran una de las dos piernas que has tenido siempre y de la que nunca has sido consciente porque era una parte esencial en ti.
María ha comenzado a vivir su vida de verdad… ( fuerte ¿verdad?, por lo menos a mi me lo parece), y yo, además de un poco vacía, estoy algo perdida, porque ya no sé ser una, y aunque mi sentimiento es de alegría porque está más guapa que nunca, no sé porqué, pero estos días no deja de dolerme mi pierna derecha y ando algo cojita… tendré que acostumbrarme.